Contaba Jorge Sarquis en una de sus charlas realizadas en la universidad Nacional (arquitecto argentino que hace poco visito la ciudad), que el deber ético primordial del arquitecto era la de advertir a la ciudad sobre sus cambios. Espero ser consecuente con ello comentado algunas incoherencias que he observado últimamente sobre la ciudad, las cuales, me han impactado, me han entristecido y me demuestran un retroceso no solo en lo urbano sino también en lo político.
No entiendo una ciudad que se vanagloria de sus incongruencias, no entiendo lo fraccionado de sus políticas urbanas, como tampoco entiendo él porque la fuerza aún obra en terrenos de la razón. No entiendo como en Alemania celebran la caída del muro, mientras en Israel lo construyen, no entiendo como en Bogotá su población se educa, los niños y sus madres leen en las bibliotecas públicas y los parques se abren, mientras aquí, estos últimos se cubren, se fortifican, se cierran, se encierran y se adulan con ideas de UNIDAD PARA TODOS. ¿Para quién?, ¿Por qué unidad?, Pronto veremos en las vallas”Parque Deportivo y Cultural Unidad Cerrada Atanasio Girardot”, con el slogan: “Donde todos nos comportamos como uno, y el que nó... pobre, se verá tendido en el suelo con uno de nuestros perros besándole el cuello”.
Quiero, basado en palabras del Antropólogo español Manuel Delgado, hablar sobre la Urbe y la Polis. La primera es aquella ciudad de la gente, de la diversidad, de resolución de diferencias a partir del respeto por las identidades, de lo espontáneo, de lo efímero (como aquello que realmente permanece); y la segunda, la polis, la ciudad de
las decisiones políticas, la que mal manejada pertenece a unos pocos que se esfuerzan para que los muchos otros actuando en unidad hagan lo que ellos dicen, y de esta forma, más fácil controlarlos, atemorizarlos y ahogarlos con imágenes de consumo.
Quiero hablar también de espacio público como aquel escenario de vida (no de teatro, ya que allí nos disfrazamos), en el cual, el surgimiento de eventos, de relaciones humanas, o su misma negación individual, crean de su trama. Igualmente, veo este espacio como la partitura sobre la cual cada comportamiento, cada acción, cada gesto, individual y/o colectivo, componen la cultura característica de cada ciudad, y por lo tanto, en su ausencia, cualquier interpretación particular será inconexa, equívoca e inexistente.
Nuestros deseos son cercenados y nuestros miedos amplificados con imágenes que limitan nuestra razón y capacidad de actuar como ciudadanos, impidiendo nuestro compromiso colectivo de respeto y bienestar, alzándose de esta forma los muros, las rejas, las corrientes vehiculares sin opción de cruce, los grandes intercambios (que hoy, desolados, sirven de fondo para las re-candidaturas de nuestros “`prestigiosos líderes”), todos sumados componiendo una sinfonía irónica del: tranquilízate, estas protegido, aquí no te pasará nada y nadie puede entrar a tu margen, pero oh! Desgraciados y pobres aquellos que viven con las puertas a 3 metros de la calle (y abiertas)... “pobres”.
Y así, mas muros y rejas se esparcen por esta ciudad de la eterna
primavera, en donde la gente es “bien hospitalaria”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario